miércoles, 8 de febrero de 2012

13 de febrero de 2008

Un despertador chirriando en mi oído a las 6.15. El dulce sabor de un zumo de naranja, recién exprimido. Las prisas. Un tren de Cercanías que no conoce la puntualidad. Cualquier asiento en un vagón. Escaleras mecánicas. Los chicos del periódico. El ajetreo de la ciudad y su contaminación asfixiante. Sirenas de ambulancias que desafían al tiempo. Autobuses con destino a la rutina de un lunes, o cualquier otro día. El 81 que nunca llega. Frío polar en los pies y manos. Algún día de lluvia y paraguas. Clases y más clases. Alguien que consigue arrancarte una sonrisa. Tedio. Los segundos convertidos en horas. Otro 81, por favor. De nuevo escaleras mecánicas. Mi parada en quince minutos.

Aunque hayan pasado cuatro años desde que escribí esto, sigue siendo igual de aplicable a mi vida.

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